El temporal y la prolongada escasez hídrica en la región han exacerbado la crisis para los agricultores locales. Frente a esta dualidad climática, iniciativas como la captación de aguas lluvias ofrecen una esperanza para fortalecer la resiliencia de los productores agrícolas ante futuros desafíos climáticos
En un contexto de escasez hídrica prolongada y emergencias climáticas, la agricultura campesina en Biobío enfrenta una crisis sin precedentes. La escasez hídrica persistente se suma al impacto devastador del reciente temporal, afectando a más de 2.000 agricultores y llevando al Ministerio de Agricultura (Minagri) a declarar emergencia agrícola en el territorio.
Desde hace varios años, la escasez hídrica ha sido una constante en Biobío. Sin embargo, la región ahora se enfrenta a un desafío adicional con las intensas lluvias recientes, las cuales han provocado desbordamientos de ríos y lagunas, deslizamientos de tierra e inundaciones en las 33 comunas del territorio, transformando la región en una zona de catástrofe. Este escenario se superpone con una crisis hídrica vigente, agravando la vulnerabilidad de los pequeños agricultores, quienes ya luchaban por mantener sus producciones ante la falta de agua.
La coexistencia de una crisis hídrica y un sistema frontal extremo puede parecer contradictoria. Sin embargo, estos fenómenos están interrelacionados, evidenciando la falta de estrategias adaptativas y sostenibles en la gestión del agua y la agricultura. Las lluvias torrenciales saturan el suelo y superan su capacidad de infiltración, provocando inundaciones que arrasan con los cultivos y deterioran las infraestructuras agrícolas.
En la provincia, los agricultores que trabajan en pequeños terrenos frutícolas o en viveros e invernaderos son especialmente vulnerables. Sin un acceso fiable a fuentes de agua, su capacidad de producir y vender sus cultivos se ve gravemente comprometida.
Soluciones sostenibles
En respuesta a esta crisis, la Universidad Católica de la Santísima Concepción (UCSC), a través del proyecto FIC-R “Hacia la Inserción Digital de la Agricultura Familiar Campesina”, financiado por el Gobierno Regional del Biobío, ha implementado tecnologías innovadoras de captación de aguas lluvias. Estas soluciones permiten a los agricultores almacenar hasta 40 mil litros de agua de calidad óptima para riego, aprovechando los eventos climáticos invernales para prepararse mejor ante las épocas de sequía.
“La implementación de sistemas de captación de aguas lluvias se presenta como una solución crucial para mitigar los impactos de las emergencias climáticas en la agricultura familiar campesina”, asegura Carlos Muñoz, coordinador de la iniciativa. “Estas medidas no solo ayudan a garantizar el riego adecuado en tiempos de escasez, sino que también fortalecen la resiliencia de los agricultores frente a los cambios climáticos extremos”, agregó.
Además de mitigar los efectos de la sequía, estos sistemas de captación pueden servir como una reserva valiosa durante las intensas lluvias invernales, proporcionando agua adicional y reduciendo el impacto de las inundaciones.
La situación actual subraya la necesidad urgente de adoptar medidas de gestión del agua que permitan tanto la captación y almacenamiento de lluvias abundantes como la conservación y uso eficiente del agua durante los períodos de escasez. Este enfoque dual podría ofrecer a los agricultores la resiliencia necesaria para enfrentar las fluctuaciones climáticas extremas y asegurar su sustento.
En respuesta a la emergencia agrícola, Minagri ha puesto en marcha un plan de asistencia para los agricultores afectados, que incluye la entrega de insumos y apoyo técnico para ayudar a la recuperación de sus cultivos. Sin embargo, los expertos insisten en que se requieren soluciones a largo plazo para garantizar la sostenibilidad y resiliencia de la agricultura familiar campesina en el Biobío.
“La situación actual en la región del Biobío subraya la urgencia de implementar medidas de gestión del agua que permitan tanto la captación y almacenamiento de las precipitaciones abundantes como la conservación y uso eficiente del agua. La dualidad del agua, en forma de escasez y exceso, debe ser gestionada con políticas públicas efectivas y el apoyo a los pequeños agricultores, quienes son los más vulnerables y, a la vez, fundamentales para la seguridad alimentaria de la región”, aseguró Muñoz.