Señor Director:
Sobre el desprecio a las humanidades y la propuesta de Sebastián Edwards de cerrar las becas en esta área, me parece fundamental considerar que en un mundo dominado por la tecnología y la digitalización, la tentación de centrarse exclusivamente en campos técnicos y científicos es profundamente contraproducente.
Como Scott Hartley plantea en su libro “Menos Tech y más Platón”, es fundamental reconsiderar la dicotomía entre la tecnología y las humanidades. En lugar de verlas como opuestas, debemos integrarlas. Los actuales requerimientos nos plantean el desafío de combinar el conocimiento tecnológico con la comprensión profunda de lo humano. Esta convergencia es crucial, entre otras cosas, para enfrentar los desafíos éticos y sociales que surgen con el avance tecnológico.
Por otra parte, la polarización, la retórica beligerante y la lógica adversarial en el discurso público, de las que tanto nos dolemos, son, en parte, el resultado de menospreciar la complejidad humana y aspirar a una unificación que elimina los matices y contradicciones inherentes a nuestra naturaleza.
Las grandes preguntas que han acompañado a la humanidad durante siglos y las reflexiones más íntimas sobre nuestra propia existencia son propias de las humanidades y las artes liberales y, desde tiempos inmemoriales, no solo han sido el germen del conocimiento, sino que han permitido a hombres y mujeres indagar sobre el sentido de su existencia y de la sociedad que conforman.
Desestimar la reflexión propia de las humanidades sería una pérdida irreparable con consecuencias alarmantes.